viernes, 9 de septiembre de 2011

6.- LA RELIGIÓN PREISLÁMICA EN ARABIA (*)

La diosa Lilit
La cuna del islamismo fue la península de Arabia, en la región occidental, contigua al Mar Rojo, llamada Hedjaz, la cual abarca el extremo noroeste de la península y contaba con buenos oasis y ciudades muy activas por su privilegiada situación geográfica entre Siria y los mercados de las caravanas de la India.
Arabia era un mosaico de tribus diversas, casi todas de raza árabe, muchas antagónicas y en permanente lucha. Había algunas tribus judías de hebreos obligados al destierro tras las guerras de Palestina de los siglos I y II d. C. En unas y otras tribus ejercían gran influencia las sectas de origen judeo-cristiano.
Una de estas sectas judeo-cristianas, muy difundida en La Meca, estaba dirigida por un monje o eremita, un tal Waraqa, tío de Mahoma y que ejerció gran influencia sobre su sobrino, sobre su doctrina y sobre sus revelaciones. Esto explica el lazo entre el Islán y las doctrinas judeo-cristianas, que aunque no coincidan con la doctrina cristiana, sí reflejan en gran parte la de las sectas de la época.

El Islam nació en el siglo VII d. C. En el Cristianismo, a lo largo de los primeros siglos surgieron una serie de sectas, tanto de judíos convertidos como de gentiles, que tergiversaron la sana doctrina de la Iglesia de Cristo, manifestada por la Tradición Apostólica y por los escritos del Nuevo Testamento.
La situación geográfica del Hedjaz favoreció la permeabilidad de las ideas y de las culturas de otros países entre sus habitantes, antiguos beduinos vueltos sedentarios, mientras las tribus de pastores nómadas eran más cerradas a las innovaciones.

Creencias en la Arabia preislámica
Existía la creencia en una pluralidad de espíritus protectores, residentes en el agua, los bosques y las piedras. Especialmente las piedras eran objeto de veneración.
En la ciudad de La Meca existía, desde muy antiguo, un santuario que centraba las peregrinaciones de los beduinos, y en el que se recogieron, con el tiempo, los ídolos de muchas tribus y familias., convirtiéndose en el panteón preislámico por excelencia. El más importante de todos los ídolos era una piedra basáltica negra, tal vez un aerolito, que era el gran fetiche.

El santuario de la Kaba
El santuario de la piedra negra o piedra sagrada de La Meca ha perdurado hasta nuestros días, tras sucesivas modificaciones; en él se conserva y venera la piedra basáltica; continúan practicándose viejas normas rituales y la Kaba sigue siendo centro obligado de visita en las peregrinaciones islámicas a La Meca.
Prácticas rituales
Entre las prácticas religiosas de las distintas tribus sobresalía, con carácter unificador, el culto a las piedras (litolatría). En especial a los aerolitos caídos del cielo.
El “dios protector de la tribu” recibía el nombre de Alá. No cabe pensar, dada la diversidad de dioses protectores, en un culto monoteísta anterior a Mahoma.
Las procesiones y las vueltas en torno al santuario, con cánticos y aclamaciones, constituían gran parte de estas ceremonias primitivas.
Aunque a los occidentales nos sorprenda el hecho de ver a miles y miles de musulmanes dando vueltas alrededor de la “Piedra santa” en sus peregrinaciones al santuario de La Meca, es una tradición antiquísima que fue adoptada por el mismo Mahoma.

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