viernes, 9 de septiembre de 2011

2.- LA CUNA DEL ISLAM (*)

Arabia preislámica
Arabia obtiene un estatuto muy particular porque es el lugar de nacimiento de esta ideología, en su parte menos desarrollada. Se convierte en una referencia mítica para todos los musulmanes, de orígenes diversos, implantados por todas partes en el mundo. Algunos autores intentan proporcionar informaciones, científicas o folklóricas, sobre las condiciones materiales del nacimiento del Islam.
La ironía es que el territorio ha estado totalmente descuidado en lo político, y abandonado culturalmente por los mismos musulmanes. No recuperará su sitio hasta después de 1945, de manera artificial, gracias a los enormes, obscenos y frágiles recursos petrolíferos.

"La Tierra de los Árabes "
Este cronista anónimo todavía concibe el territorio árabe de modo disperso, después de la sumisión del territorio al Islam. Es todavía una acumulación de regiones.
“Hasor, que las Escrituras llaman " la cabeza de los reinos ", pertenece a los árabes, mientras que Medina es llamado así por Midian, el cuarto hijo de Abraham dado por Qetura. Lo llamamos también Yathrib. Y Dumat al Jandal les pertenece, y también el territorio del pueblo de Hajar, que es rico en agua, palmeras y edificios fortificados.
El territorio de Khatt está situado sobre el mar cerca de las islas de Qatar, y es muy rico; está cubierto de plantas variadas.
La región de Mazun (Omán) se le parece y se encuentra también sobre el mar, sobre la longitud de más de una centena parasangues . Pertenece también a los árabes el territorio de Tawf, y la ciudad de Hira, que es la capital del rey Mundhir2829, apodado " El Guerrero ".
(Crónica de Khuzistan 38-39 )


LA PRIMERA EXPLORACIÓN.
El emperador Augusto envió a Elio Gallo para descubrir y controlar las riquezas de Arabia. Aunque esta tentativa fue un fracaso, proporcionó numerosa información sobre el territorio.
Estrabón hace una descripción precisa y novelesca de esta aventura sin equivalente, gozando del testimonio directo de su amigo, el jefe de expedición .
“Lo que nos incitó todavía más sobre las curiosidades de Arabia, es la expedición reciente de los Romanos, emprendida en nuestros días y mandada por Elio Gallo
César Augusto había confiado a Gallo la misión de sondear las disposiciones de los árabes y de explorar al mismo tiempo el país (…) había planeado alabar la riqueza secular de este pueblo, que intercambia sus perfumes y sus piedras preciosas por el oro y la plata de otras naciones, esperaba encontrar en los árabes a los amigos ricos capaces de ayudarle con sus tesoros, o enemigos ricos fáciles de vencer y despojar.
Y lo que exaltaba su confianza, era que creía contar con la amistad de los Nabateos, que le habían prometido asistirle en todas sus empresas.
Con esta seguridad Augusto hizo partir la expedición de Gallo; pero éste se dejó engañar por el ministro del rey nabateo Syllaios, que, después de haberle prometido servirle de guía en persona, asegurar sus aprovisionamientos y prestarle en todo un concurso leal, hizo lo contrario, lo traicionó, no señalándole el camino más seguro, ni para la flota a lo largo de las costas, ni para el ejército en el interior de las tierras, conduciendo al ejército por caminos impracticables o rodeos interminables, a lugares donde todo fallaba; también conduciendo a la flota, a lo largo de una playa privada de refugios, con hondonadas erizadas de peñascos a flor de agua, donde el peligro del flujo y reflujo, siempre tan temible de los buques romanos, se agravaba singularmente.
Después de quince días de una travesía penosa y desgraciada, llegó a Leukékômé que es el gran mercado de los Nabateos: había perdido una buena parte de sus embarcaciones ( algunas hasta con su tripulación), a causa de las dificultades de la navegación; el enemigo no había estado allí para nada, y la responsabilidad de este desastre incumbía por entero a Syllaios, quien, con maldad, había afirmado que el camino por tierra hasta Leukékômé no era practicable para un ejército (…)
Además, si tal traición había podido producirse, era porque el rey Obodas, por un descuido común de todos los reyes árabes, apenas se ocupaba de los asuntos públicos, y sobre todo de los asuntos militares, confiando a su ministro Syllaios el cuidado de conducirlos y de administrarlos.
Pero, ahora, cuando reflexiono sobre los procedimientos de Syllaios y sobre su modo de actuar, siempre con astucia y perfidia, pienso que se había propuesto como fin guiar a los Romanos en su expedición y ayudándoles a reducir a algunas de las fortalezas y tribus de Arabia, explorar el país para su propia utilidad y quedarse allí cuando el hambre, el cansancio y las enfermedades, junto al efecto de sus astucias y maquinaciones, le quitasen la presencia de sus aliados.
Y de hecho, cuando Gallo alcanzó Leukèkômè, su ejército estaba muy disminuido por dos enfermedades del país, causadas por la mala cualidad de las aguas y de las hierbas, y caracterizadas, la primera, por una alteración de las encías, y la segunda, por una suerte de parálisis de los miembros inferiores; también, después de haber pasado el verano en Leukékômé, tuvo que quedarse allí el invierno para dar a sus enfermos el tiempo de recuperarse.
Gallo pudo dejar finalmente Leukèkômé y recuperarse por el camino con, su ejército; pero tal era la sequedad del país que atravesaba, que debió hacer llevar el agua a espalda de camellos: todavía sufría una revuelta de sus guías que retrasó extrañamente su llegada a los Estados de Aréthas, el pariente de Obodas. Éste por lo menos lo acogió con benevolencia, hasta ofrecerle obsequios ricos; pero Syllaios, por sus traiciones, encontró medio de suscitarle dudas sobre esta tierra amiga. Así el ejército tardó treinta días en atravesarlo, encontrando a su paso, a causa de los malos caminos que le había hecho tomar trigo especial, palmeras raras y mantequilla en lugar de aceite. La comarca que debió salvar en seguida, después poblada por nómadas, constituía en su mayor parte un verdadero desierto: lo llamábamos Ararène, y tenía como rey a Sabos.
Extraviado, una vez más, por las indicaciones falsas de sus guías, Gallo empleó cincuenta días a atravesar este desierto y alcanzar la ciudad de Négrana y la comarca feliz que la rodea. El rey del país había huido y su ciudad fue tomada al asalto.
Seis días después, el ejército llegaba al borde del río; los Bárbaros lo esperaban allí y le presentaron batalla, diez mil de los suyos sucumbieron y del lado de los Romanos, dos hombres solamente fueron matados; pero estos bárbaros son muy poco belicosos por naturaleza, y nada iguala la torpeza con la cual manejan sus diferentes armas, el arco, la lanza, la espada, la fronda, incluso hasta el hacha de doble filo que era el arma más numerosa.
Gallo tomó la ciudad de Asca que su rey también había abandonado; luego, yendo sobre Athrula, se apoderó de ella sin la menor dificultad, puso guarnición y se abasteció ampliamente sobre todo de trigo y de dátiles; después marchó hacia adelante hasta Marsiaba, en Rhammanites . Atacó esta ciudad y la bloqueó durante seis días, pero la falta de agua le hizo levantar el cerco. Estuvo allí a dos días de marcha del país de los Aromas , según daban a entender los informes de los presos.
Lu expedición, por culpa de sus guías, le había ocupado seis largos meses. Comprendió, a su vuelta, lo que había pasado, y la traición de Syllaios, y para volver, no siguió los mismos caminos.
Así, en nueve días, había recobrado Négrana donde se había dado la batalla, otra marcha de once días le trajo a una localidad llamada Siete - Pozos porque se encuentra efectivamente allí este número de pozos, y desde allí, atravesando una comarca apacible, alcanzó la villa de Shaalla, y, más lejos, sobre el borde de un río, la de Malotha y acabó por alcanzar Egrakômè(capital de los tamudeos), localidad marítima dependiente del territorio de Obodas. Todo el viaje de vuelta se había efectuado en sesenta días, cuando ir le había tomado seis meses. Desde Êgrakômè, hizo pasar el golfo a su ejército, alcanzó Myoshormos en once días, salvó el espacio que lo separaba de Coptos, y, con todos los hombres válidos y transportables que lo quedaban, se embarcó por el canal para Alejandría.
Había perdido todo el resto, no por los golpes del enemigo (los diferentes combates le habían costado en total sólo siete hombres), sino por las enfermedades, el cansancio, el hambre y las faltas voluntarias de sus guías, los cuales fueron causa en suma de que la expedición no aprovechase tanto que habría debido el conocimiento geográfico del país.
En cuanto a Syllaios, el verdadero culpable, sufrió su pena en Roma: a pesar de sus protestas de devoción,fue acusado, no sólo de traición, sino de otra mala acción anterior, y fue decapitado”.
(Strabon, Géographie XVI, 22-24)

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