viernes, 9 de septiembre de 2011

11.- EL ISLAM Y LOS ÁRABES (*)

La Piedra Negra de La Meca
La pregunta sobre el Islam y la "Arabidad" es inmensa y siempre de actualidad, sobre todo desde el fracaso catastrófico del nationalismo panárabe en los años 1970 . 
Digamos de salida, que la respuesta es ambigua: Muhammad ibn Abdallah (Mahoma) es árabe, y su predicación la hace en lengua y en escritura árabe.
La divinidad que él quiere imponer habla árabe. Todos los discípulos importantes, todos los responsables contemporáneos o futuros de Muhammad son árabes. Él está seguro que, gracias a la nueva religión, las poblaciones árabes adquieren un prestigio y un poder considerable sobre otras. 

Una contradicción
Pero la arabidad manifiesta de la doctrina está en contradicción con la ambición universalista que desarrolla poco a poco. Ya en el tiempo de la predicación, los árabes son percibidos como adversarios de esta revolución religiosa, y todavía más si son beduinos, es decir todavía más árabes por su modo de vida. La contradicción es todavía más brutal cuando el Islam integra otras culturas, persa, turca, etc...
Presentamos aquí unos versículos y hadiths que muestran la complejidad del fenómeno, y para acabar clarividentes observaciones de ibn Khaldun.
Árabe es la lengua hablada al principio por los árabes y ellos solos. Es una lengua semítica (como el akkadio, el hebreo, el sirio, el fenicio y el arameo) y que se escribe de derecha a la izquierda. El éxito de su expansión reside todo entero en su relación con el Islam, y con el alfabeto árabe.

Reflexiones sobre el arabidad
El debate sobre la confrontación entre el Islam, ideología totalitaria y universalista, y la cultura árabe es ya antiguo y prosigue en nuestros días. Los intelectuales más famosos se han inclinado sobre la cuestión, pero sin adoptar una posición clara. No es necesario contrariar ni el dogma musulmán, ni al alto estatuto de la cultura árabe, ni la vanidad de los pueblos conquistadores, como los Turcos, o conquistados, como los Persas.
ibn Khaldun utiliza la palabra "Árabe " para designar de hecho al beduino nómada; él analiza con clarividencia las condiciones sociales de la ascensión del Islam.
"Los árabes, debido al carácter salvaje que tienen, son el pueblo menos accesible a la subordinación de unos a otros. Esto se debe al hecho de ser rudos, orgullosos y ambiciosos y rivalizar por la supremacía; también es raro que se pongan de acuerdo. Si se adhieren a una profecía o al carisma de un santo, dentro de ellos se produce un cambio. 
El temperamento orgulloso y de rivalidad desaparece en su comportamiento, se vuelven fáciles para someterse y reunirse. Totalmente investidos por la religión, desaparecen la aspereza y la arrogancia, refrenan los celos y el afán de competir unos contra otros.
Desde que hay entre ellos un profeta o un santo, éste los incita a sostener la causa de Alá, hace desaparecer lo que, en sus costumbres, merece la desaprobación en provecho de lo que merece la alabanza. Él hace reinar entre ellos el acuerdo para hacer triunfar la verdad. Entonces su unión se cumple perfectamente.
Y se realizan entonces para ellos la dominación y la soberanía.
ibn Khaldun, Muqaddima II 27) .

La opinión de ibn Khaldun.

El sociólogo ibn Khaldun analiza con dureza la situación de los árabes, que distingue totalmente de los musulmanes, varios siglos después de la Hégira . Él apunta con agudeza el papel de la religión en la transformación de la sociedad.

"De todos los pueblos, los árabes son los más incapaces de ser gobernados. La causa es que son más beduinos que otros pueblos, los que caminan más al interior de los desiertos, los que pasan mejor sin los objetos de primera necesidad y los granos de las regiones cultivadas, tan acostumbrados están a una vida dura que se bastan a sí mismos.
Su gusto y sus rudas costumbres hacen que no acepten sin dificultad estar sometidos unos a otros; cuando su jefe apela a ellos, lo más frecuente por el sentido de solidaridad que les mueve a asegurar su defensa común, está obligado a ejercer su autoridad con mucha mano izquierda y abstenerse de contrariarles, por miedo de ver que le falta ese espíritu de solidaridad, lo que sería su pérdida y la de ellos. El arte de gobernar un imperio o un reino exige que el que gobierna contenga por la fuerza a sus súbditos en su deber, sino no gobernará correctamente.
Además, lo natural de los árabes, como ya dije, es arrebatar a los otros lo que éstos poseen en propiedad, no se ocupan de nada más, ni de arbitrar sus desacuerdos, ni de protegerlos unos contra otros. Si se hacen los dueños de un pueblo cualquiera, el fin que persiguen es coger todo lo que poseen, descuidando toda preocupación por gobernar. A menudo reemplazan los castigos corporales, destinados a castigar las malas acciones, por multas pecuniarias, aumentando así sus rentas.
Semejante práctica es incapaz de contener a los hombres en su deber, y a menudo hasta incita al mal, porque el que tiene intención de hacer mal considera que lo que debe desembolsar (si le cogen) tiene poca importancia comparado con lo que le asegura la realización de su mala intención; en consecuencia, los crímenes se multiplican, lo que trae lael ruina de la civilización.
Ese pueblo permanece, por tanto, como si estuviera privado de gobierno, cada uno procura robar al vecino, la civilización no puede desarrollarse correctamente y llega la anarquía.
Por todos estos motivos, el natural de los árabes los incapacita para gobernar un imperio. Podrán lograrlo sólo después de haber modificado su carácter bajo la influencia de una religión que arranque de ellos todos los defectos, les haga encontrar un freno en su propia conciencia y los incite a proteger a los hombres unos contra otros.
A título de ejemplo, considero lo que fue su poder cuando, hechos ya musulmanes, la religión les ofreció una base firme de gobierno en la ley y las estipulaciones que salvaguardan, tanto de manera externa como interna, los intereses de la civilización. los califas aplican estas prescripciones; su imperio se engrandece y su poder es más fuerte.
Cuando vio a los musulmanes reunirse para la oración, Rustem exclamó: - Omar me roe el corazón: ¡Enseña a los perros la buena educación!
(Libro de los Ejemplos)


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