Mahoma y el ángel |
Episodio
fundador de la religión musulmana.
Muhammad, hacia el año 610, durante unos ejercicios de ascesis mística que ponen su
psiquismo a prueba, parece percibir una presencia sobrenatural y se
pone a transmitir lo que él percibe.
Para
los musulmanes se trata de la revelación, pero el
término exacto sigue siendo "
predicación"; en realidad, los dos se confunden en el
planteamiento de Muhammad, que cambia su ambiente a partir de la
primera crisis; a lo sumo se puede hablar “de la exaltación de un
imaginario en trabajo”, según la expresión tan bonita de J.
Chabbi.
Posición
social de Muhammad ibn Abdallah en ese momento: hijo de
nadie, padre de nadie, casado con una mujer rica y dominante, tiene
cuarenta años, sin independencia y sin descendencia, no cuenta para
nada en el medio tribal tradicional.
El
hecho de refugiarse en la soledad, a diferencia de sus
congéneres que socialmente consiguieron mejores resultados que él,
es fácilmente comprensible.
El ejemplo de los ermitaños cristianos,
con los que habló durante las expediciones comerciales, debió ser
considerable. Fuera del mundo, no incurren en el
menosprecio de sus prójimos y lo sustituyen por el contacto directo
con la divinidad, ante la cual se vuelve glorioso humillarse.
¿Profeta
o perturbado?
A
partir de este momento, los musulmanes consideran a Muhammad como el
apóstol de Allah, el profeta, una maravilla insuperable.
Para todos los demás, es un cavernícola empequeñecido y
perturbado, que se niega a vivir su vida de hombre en un medio que
rechaza a los débiles, a los que se lamentan y a los flojos. Para él
mismo, la elección es simple: "Seré profeta o nada". Será, por tanto, profeta.
La
tradición musulmana hace preceder la revelación de una gran
variedad de señales interiores a la conciencia de Muhammad, otras
claramente exteriores e incluso fabulosas. Los Estados místicos, en
numerosos sistemas religiosos, son en realidad el resultado de
técnicas precisas que incluyen el alejamiento, la soledad, el
hambre, el cansancio que favorecen el trance y la alucinación.
Muhammad
practica estos ejercicios en regiones que frecuentan también los
miembros de su tribu.
La
edad de Muhammad
La
edad del personaje - 40 años - es objeto de un casi consenso y no su
sentido simbólico (el cual hace que precisamente, se debe desconfiar
de este número preciso). Era necesario, de cualquier forma, darle
una edad respetable, para
dar peso a su acción, en este medio árabe que respeta la edad como
una condición del poder social. Esto es lo que hace sin
complejos
El
número 40 está cargado en Oriente de un sentido muy
evocador y también muy aproximado; eso significa "mucho"
o "bastante" ; el número impresiona de
cualquier forma, y los místicos consideran que es
el número de la perfección. En realidad, la puesta a
punto de esta edad por las tradiciones obedece a motivaciones muy
complejas.
A
los cuarenta, el hombre de este tiempo debe haber garantizado su
futuro teniendo una sólida descendencia; obviamente, este no es el
caso de Muhammad, incapaz de tener un hijo viable. Cuando
Muhammad cumplió cuarenta años, Allah le envió a Gabriel, para
llevarle una visión. Según otra versión, Muhammad tenía entonces
cuarenta y tres años. Muhammad ibn Jarir cita una tradición según
la cuál el profeta recibió la visión a la edad de veinte años.
Pero eso no es exacto, ya que Muhammad dijo que ningún profeta
recibió su misión antes de la edad de cuarenta años [1],
porque es a esta edad cuando la razón y la inteligencia alcanzan
todo su desarrollo. (Tabari, Historia
de los Profetas y Reyes III 65)
Señales precursoras de la crisis mística
En ese momento, Muhammad experimenta simplemente impresiones, es propenso a visiones, que no van acompañadas de ningún mensaje particular.
Él mismo se inquieta por su equilibrio mental. Khadija
le aporta entonces un consuelo de naturaleza casi maternal.
Cuando
Gabriel iba a entregar a Muhammad su misión profética, éste
observaba las señales. Veía, por la noche, en sueños, sin
conocerle y no sin probar el temor, a Gabriel bajo la forma de un ser
enorme. Cuando iba solo por la ciudad de , oía salir de las
piedras, de las ruinas y de los animales, voces que le decían:
¡Salud, enviado de Allah! Muhammad probaba los temores. (...)
Este
año, Muhammad, al dejar la montaña, vino ante Khadija y le dijo:
Khadija, temo volverse loco. ¿- Por qué? le preguntó
ella. Porque, dijo él, observo en mi las señales de los
poseídos; cuando voy por la carretera, oigo voces que salen de cada
piedra y cada colina; y, por la noche, veo en sueños un ser enorme
que se presenta ante mí, un ser cuya cabeza toca el cielo y cuyos
pies tocan la tierra; no lo conozco, y él se acerca a mí para
cogerme.
Khadija le dijo: Muhammad, no te inquietes; con las
calidades que tienes, tú que no adoras a los ídolos, que te
abstienes del vino y el vicio, que huyes de la mentira, tú que
practicas la probidad, la generosidad y la caridad, no tienes nada
que temer; en consideración de estas virtudes, Allah no te dejará
caer bajo el poder del diw. Infórmame, si ves algo de este tipo.
Pero,
un día, encontrándose en su casa con Khadija, Muhammad dijo:
-Khadija, este ser se me aparece, yo lo veo. Khadija se acercó a
Muhammad, se sentó, le recostó sobre su seno y le dijo: ¿ Le ves
todavía? - Sí, dijo él. Entonces Khadija descubrió su cabeza y
sus cabellos y dijo: ¿Le ves ahora? No, contestó
Muhammad. Khadija dijo: Alégrate, Muhammad; este no es un diw, es un
ángel. Ya que si fuera un diw, no habría mostrado
respeto por mi cabellera y no habría desaparecido.
Cuando
Muhammad estaba triste, se volvía al monte Hira y allí se entregaba
a la soledad; por la noche, volvía a casa, con la figura triste y
abatida. Khadija estaba muy afligida.
(Tabari,
Historia de los Profetas y Reyes III 65-6).
[1] Es
una manera de rechazar la profecía de Jesús, muerto, según los
cristianos, hacia 33 años
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